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Canarias se Desnuda

Intransigentes al textil

Intransigentes al textil

Al lugar lo han vestido de casas, árboles y calles, pero sus habitantes siguen desnudos, y porque quieren

Hace ahora diez años que a El Fonoll lo rescataron de las ruinas. Primero, vistieron a las viejas casonas de tejados y después las cubrieron con puertas las paredes. Taparon grietas aquí y allá y abrigaron con árboles sus calles. De todo hicieron los nuevos habitantes para devolver al lugar su belleza despojada por el abandono y las inclemencias del tiempo. Sólo que los nuevos vecinos, después de dedicarse a ponerle el mejor traje a este pueblo de Tarragona enclavado en un valle de encinas a 30 kilómetros de la costa, prefirieron quedarse allí a vivir como Dios los trajo al mundo. Éste era el marco natural idílico donde poner en práctica hasta el límite su filosofía naturista.
El Fonoll es la única localidad nudista, al menos dibujada en los mapas, de España. Emili Vives, el propietario de lugar -compró el pueblo, ha levantado 34 casas, prepara otras catorce más, y sueña con construir un hotel de tres plantas-, casado y con cinco hijos, vive en El Fonoll todo el año junto con Henk -un holandés jubilado que decidió abandonar su «aburrida y estresante» vida en Holanda «para empezar a vivir»-, además de con Nelo y Vasile, dos rumanos que trabajan para Vives reconstruyendo las viviendas, si bien ellos se confiesan «no naturistas». También Nuria, la mujer de Emili Vives, visita El Fonoll cada fin de semana, aunque trabaja y vive en Barcelona junto a los hijos de la pareja.
«Espacios naturistas han existido siempre y en lugares muy diversos del planeta», destaca Vives. «Las tribus indígenas son un claro ejemplo», añade. Pero el renacer de esta filosofía de vida como movimiento social no se produciría en España hasta el final de la Guerra Civil. Entonces surgen las primeras asociaciones naturistas en Barcelona y Madrid. Hoy, más de 3.000 naturistas han decidido asociarse, «aunque son muchos más los que hay», aseguran en la Federación Española de Naturismo.
Los fines de semana El Fonoll se llena de gente. Sesenta, setenta personas... En agosto, entre doscientas y trescientas viven allí empujadas por un lema: «Longevidad, nudismo y buen humor en contacto integral». «Hay muchos nudistas que fuman y beben, hábitos antisalud y antivida. El naturista es más íntegro. Le gusta vivir en armonía con la naturaleza y, además, ama la vida, por lo que trata de alargarla al máximo». Así, el ecologismo, el vegetarianismo y la medicina natural serán algunas de las ramificaciones de su modo de vida.
En El Fonoll (el nombre del pueblo proviene del hinojo que poblaba el lugar) hay algunas normas: es obligatorio ir desnudo, si la meteorología lo permite; pero sólo si te quedas por un tiempo, no si estás de visita. Está prohibido filmar o fotografiar sin el permiso de las personas implicadas; hay que prestar atención al agua, la leña y la electricidad que se consumen... Lo cuenta Emili Vives, desnudo de cintura para abajo, mientras selecciona unas verduras para la paella que está a punto de preparar.

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